Cuando decimos «la filosofía se dividía en dos ramas», estamos utilizando una metáfora. Es más, cuando hablamos del sistema de disciplinas lo hacemos casi siempre por medio de metáforas.
Sabemos que se trata de una metáfora cuando experimentamos un concepto—la división de una disciplina—en términos de otro—la ramificación de un árbol—. Como lo que decimos es producto de nuestro sistema conceptual, podemos suponer que este sistema es fundamentalmente metafórico. El sistema conceptual no sólo estructura lo que decimos, sino lo que pensamos y lo que hacemos (Lakoff y Johnson: 1986).
El sistema conceptual está formado de conceptos no metafóricos y de conceptos metafóricos. Los conceptos no metafóricos emergen directamente de nuestra experiencia básica: de la manera en que nos orientamos en el espacio (orientaciones espaciales: arriba-abajo, dentro-fuera, etc.); de la manera en que experimentamos los objetos físicos (conceptos ontológicos: entidad, sustancia, etc.); y de la manera en que interactuamos con nuestro ambiente físico y cultural (actividades estructuradas: movimiento, manipulación de objetos, por ejemplo).
El resto del sistema está formado de conceptos metafóricos: cuando pensamos, por ejemplo, en ideas, lo hacemos como si ocuparan un lugar en el espacio (metáforas orientacionales); como si fueran entidades discretas y con sustancia (metáforas ontológicas); o como si se trataran de experiencias o actividades más bien físicas (metáforas estructurales). No es raro entonces que un concepto concreto sirva para estructurar un concepto abstracto.
Un ejemplo de concepto metafórico es cuando, para pensar y hablar de la disciplinariedad—la manera en que se organizan las disciplinas para producir conocimiento—, utilizamos la red conceptual de territorio . El concepto metafórico se evidencia en expresiones metafóricas tales como «el campo de conocimiento», «una investigación de frontera» o «el dominio del tema»; también en ese sentido es que podemos entender la expresión «un mapeo de disciplinas».
Es importante señalar que sólo una parte de la red conceptual de un concepto no metafórico es la que se toma prestada para destacar un aspecto del concepto metafórico; si este no fuera el caso, estaríamos hablando del mismo concepto: así, la metáfora del territorio destaca el espacio imaginario en que se despliegan las disciplinas; mientras que la metáfora del árbol —que ejemplificamos al principio— enfatiza la organización jerárquica de las disciplinas.
Como un concepto sólo puede estructurar parcialmente a otro concepto, se necesitan varios sistemas de conceptos para cubrir, en este caso, el concepto de disciplinariedad. Además de las metáforas ya mencionadas, también son aplicables en este caso la metáfora del centro o la metáfora del edificio. Cuando estos sistemas son coherentes, pueden dar lugar a expresiones metafóricas que combinen varias metáforas.
Referencias
Lakoff, G. y Johnson, M. 1986. Metáforas de la vida cotidiana. Madrid. Cátedra.
McCarty, W. 2004. «Tree, turf, centre, archipelago – or wild acre? Metaphors and stories for humanities computing». Literary and Linguistic Computing.
Sabemos que se trata de una metáfora cuando experimentamos un concepto—la división de una disciplina—en términos de otro—la ramificación de un árbol—. Como lo que decimos es producto de nuestro sistema conceptual, podemos suponer que este sistema es fundamentalmente metafórico. El sistema conceptual no sólo estructura lo que decimos, sino lo que pensamos y lo que hacemos (Lakoff y Johnson: 1986).
El sistema conceptual está formado de conceptos no metafóricos y de conceptos metafóricos. Los conceptos no metafóricos emergen directamente de nuestra experiencia básica: de la manera en que nos orientamos en el espacio (orientaciones espaciales: arriba-abajo, dentro-fuera, etc.); de la manera en que experimentamos los objetos físicos (conceptos ontológicos: entidad, sustancia, etc.); y de la manera en que interactuamos con nuestro ambiente físico y cultural (actividades estructuradas: movimiento, manipulación de objetos, por ejemplo).
El resto del sistema está formado de conceptos metafóricos: cuando pensamos, por ejemplo, en ideas, lo hacemos como si ocuparan un lugar en el espacio (metáforas orientacionales); como si fueran entidades discretas y con sustancia (metáforas ontológicas); o como si se trataran de experiencias o actividades más bien físicas (metáforas estructurales). No es raro entonces que un concepto concreto sirva para estructurar un concepto abstracto.
Un ejemplo de concepto metafórico es cuando, para pensar y hablar de la disciplinariedad—la manera en que se organizan las disciplinas para producir conocimiento—, utilizamos la red conceptual de territorio . El concepto metafórico se evidencia en expresiones metafóricas tales como «el campo de conocimiento», «una investigación de frontera» o «el dominio del tema»; también en ese sentido es que podemos entender la expresión «un mapeo de disciplinas».
Es importante señalar que sólo una parte de la red conceptual de un concepto no metafórico es la que se toma prestada para destacar un aspecto del concepto metafórico; si este no fuera el caso, estaríamos hablando del mismo concepto: así, la metáfora del territorio destaca el espacio imaginario en que se despliegan las disciplinas; mientras que la metáfora del árbol —que ejemplificamos al principio— enfatiza la organización jerárquica de las disciplinas.
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| Figura 1. Árbol de disciplinas. |
Como un concepto sólo puede estructurar parcialmente a otro concepto, se necesitan varios sistemas de conceptos para cubrir, en este caso, el concepto de disciplinariedad. Además de las metáforas ya mencionadas, también son aplicables en este caso la metáfora del centro o la metáfora del edificio. Cuando estos sistemas son coherentes, pueden dar lugar a expresiones metafóricas que combinen varias metáforas.
Referencias
Lakoff, G. y Johnson, M. 1986. Metáforas de la vida cotidiana. Madrid. Cátedra.
McCarty, W. 2004. «Tree, turf, centre, archipelago – or wild acre? Metaphors and stories for humanities computing». Literary and Linguistic Computing.

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